La protagonista central es Cha Mi-jo, interpretada por Son Ye-jin, una dermatóloga de éxito que dirige su propia clínica en el lujoso distrito de Gangnam. Nacida en circunstancias difíciles y adoptada por una familia acomodada, Mi-jo lleva una vida estable y ordenada, pero guarda cicatrices emocionales que a menudo esconde bajo una fachada serena. A su lado, desde hace más de veinte años, está su inseparable amiga Jung Chan-young, interpretada por Jeon Mi-do. Chan-young es apasionada y sincera hasta lo doloroso; soñaba con ser actriz, pero terminó dedicando su vida a la enseñanza del arte dramático. A pesar de que sus palabras directas pueden incomodar, su corazón es inmenso, y su lealtad inquebrantable.
La tercera integrante de este entrañable trío es Jang Joo-hee, papel de Kim Ji-hyun, una mujer dulce y algo tímida que trabaja como gerente de cosméticos en unos grandes almacenes. A sus 39 años, nunca ha tenido una relación sentimental significativa, y aunque siempre ha sido la más callada del grupo, está dispuesta finalmente a abrirse al amor y a nuevas experiencias. Las tres, con personalidades tan diferentes como complementarias, forman un lazo profundo que se ha mantenido intacto desde que eran adolescentes.
La serie comienza en un tono cálido y cotidiano, mostrando sus rutinas, los almuerzos improvisados, las confesiones con una copa de vino y las pequeñas complicidades de una amistad forjada en el tiempo. Pero el giro llega de forma inesperada: una noticia devastadora pone a prueba la fortaleza del grupo. Una de ellas recibe un diagnóstico terminal que cambiará radicalmente sus planes de vida, y obliga a las tres a enfrentar lo inevitable: la pérdida.
A partir de ese momento, la historia se transforma en una profunda meditación sobre el duelo, el perdón y el valor de aprovechar cada día. Mi-jo se cuestiona sus prioridades y se ve envuelta en una relación romántica con Kim Sun-woo (interpretado por Yeon Woo-jin), un médico que trabaja en el mismo entorno y que la confronta con emociones que creía dormidas. Por su parte, Chan-young lucha por mantener su carácter fuerte mientras lidia con la cercanía de la muerte, y Joo-hee comienza a vivir por primera vez con intensidad, incluso enamorándose.
La narrativa avanza entre recuerdos del pasado y vivencias del presente, alternando momentos de ternura, humor y dolor. La serie logra un equilibrio conmovedor, evitando el melodrama exagerado, y optando por una visión honesta y serena del paso del tiempo y la importancia de vivir con autenticidad.
Más allá del dolor, Treinta y nueve es un canto a la vida, a la amistad que permanece incluso en la pérdida, y a la posibilidad de encontrar sentido y belleza, aún cuando el tiempo parece escaso. Con una estética cálida, diálogos profundos y personajes entrañables, la serie se convierte en una experiencia emocional y sincera para el espectador.